Escribo estas líneas en el confinamiento de mi casa, con el tiempo que tengo para dedicarlo a valorar mi pasado / presente, y al mismo tiempo dando mil gracias a Dios (soy creyente) o al universo por haber tenido la vida que he tenido, con muchos altibajos, pero con una familia que me ha rodeado y que tengo en estos momentos.
Estamos en una pandemia global del coronavirus y, tal vez, podamos aprender algo de ella.
Por ejemplo, una lección global que estoy aprendiendo de esta crisis: es una considerable cura de humildad por la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano como especie. Soy consciente del número de víctimas que está habiendo y habrá en un futuro próximo, pero al final el coronavirus está comportándose, en vidas humanas, como otras enfermedades que padecemos como las cardiovasculares o la gripe normal. Parece mentira, que el ser humano tenga que sufrir un “zarandeo” fuerte en su vida para darse cuenta que se debe, debemos, cambiar. Este “zarandeo” puede venir de una pandemia, como la actual, o por otros motivos como la pérdida de un ser muy querido, etc.
Si miramos un poco en el pasado, desde el principio de la agricultura y la ganadería, distintos virus han ido saltando de otros animales a los seres humanos: de las vacas, el sarampión y la tuberculosis; de los cerdos, la tosferina; o de los patos, la gripe. Esto no ha dejado de ser así en las últimas décadas. Es más, es algo que se ha acelerado conforme se incrementaba la destrucción de distintos ecosistemas. Vivimos en un planeta y los que sufrimos al ponerlo en peligro (crisis climática), somos todos.
Algunos comentan que el problema está en la globalización, ya que debido a esta globalización la propagación ha sido mucho mayor y no aprecian otras muchas ventajas que reporta esta globalización, una es que la alta conectividad aumenta la capacidad de respuesta rápida ante los desafíos. Por ejemplo, si falla la cosecha en una región, el suministro alimentario se puede garantizar desde otro lugar del planeta —si es que interesa— y lo mismo se podría decir de una parte sustancial del sistema industrial y del empleo de nuestros hijos ya que muchos viven y trabajan en otros países, etc. Es cierto que para conseguir esto, debemos de contar con políticos honestos, con altura de miras y enfocados en el ciudadano que hoy son la excepción. En definitiva, no hay posibilidad de que nadie se salve en solitario porque dependemos del trabajo de muchísimas otras personas.
El sistema funciona como un todo interconectado y no como partes aisladas que puedan sobrevivir solas.
El coronavirus nos va a hacer más fuertes en muchos aspectos, cambiándonos para siempre, tal como vienen apuntando diversos analistas y psicólogos en estos últimos días. No, no es el fin del mundo, pero se acerca un gran sufrimiento para muchos, aunque sea solo por vivir un confinamiento largo e impredecible: días encerrados en casa dan para mucha reflexión.
Estas son algunas de las lecciones positivas que nos va a dejar esta crisis:
- Valorar la Sanidad pública. Nadie pone en duda que el coronavirus ha servido para valorar la sanidad pública y a sus profesionales. En situaciones límite como ésta, con la salud en juego, los españoles podemos estar orgullosos de nuestro sistema sanitario, independientemente de ideologías. Desde que estalló la crisis hemos visto cómo hasta liberales y defensores de la sanidad privada daban su brazo a torcer para reconocer que ha merecido la pena invertir en una sólida estructura de salud pública.
Y hay que seguir apoyando e invirtiendo para corregir los problemas de desabastecimiento por falta de equipos técnicos y medios para todo el personal sanitario.
- El cuidado a la naturaleza. Ya que como siempre, es la naturaleza la que responde a la agresividad de los humanos por provocar crisis como la climática: “En una era en la que el cambio climático está llegando a niveles preocupantes por los desastres naturales que se están sucediendo, a China en primer lugar y a otros tantos países a continuación, les obliga a la paralización, consiguiendo que la contaminación baje de manera considerable y la calidad del aire que respiramos mejore.
- Prensa y medios de comunicación honestos y transparentes. Los que saldrán realmente fortalecidos serán aquellos medios que estén dando información útil y veraz a los lectores. Cuando la salud está en juego, no todo vale para conseguir votos o mantenernos en un determinado gobierno. Hoy, más que nunca, en las redes sociales se apela a la responsabilidad individual y colectiva por ofrecer información objetiva y contrastada.
- El trabajo y la conciliación familiar. El teletrabajo y la conciliación familiar son dos asignaturas pendientes que la sociedad venía posponiendo y de las que ahora todos nos estamos examinando a marchas forzadas. Una oportunidad única para valorar los pros y contras de nuestro sistema de vida estresante, obligándonos a buscar el equilibrio entre productividad y conciliación familiar. NOS OBLIGA A DARLE PRIORIDAD A LA FAMILIA.
- Las relaciones interpersonales. Este virus nos ha quitado la verdadera cercanía, la real: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. Nunca antes nos había hecho valorar tanto un beso, una caricia, un abrazo, como lo hace ahora el coronavirus.
- En definitiva, disponemos del beneficio de parar y pensar. "Hay que volver a lo que realmente nos hace humanos y aceptar que no se puede ir tan deprisa". No es bueno vivir en un estado constante de movimiento, como 'zombis' que van del trabajo a casa, y de casa al trabajo, viviendo deprisa por tratar de llegar a todo. Hay que encontrar otra forma de vivir, porque si no hay tiempo para tener una conversación con tu pareja o con tus hijos, con tus padres, con tus amigos, si no hay tiempo para dejar reposar todo lo que haces, si en la vida no tienes ese tiempo, ese espacio, “NO PUEDES SABOREARLA”, como se suele decir, pasas por la vida SIN PENA NI GLORIA.
- Otra enseñanza es que hay que ayudar a otros que también te necesitan. Ayudar a otros nos hará sentir valiosos en esta sociedad, además, apreciaremos como los demás necesitan ayuda también para estar mejor. Sentiremos empatía por ellos, tan importante en nuestra sociedad. El ser humano saca lo mejor de sí mismo en situaciones límite como la que estamos viviendo. La amenaza global del coronavirus ha puesto a prueba la capacidad de solidaridad y empatía de los ciudadanos, la única manera de salir de esta es hacer piña, hacer resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor.
No deberíamos volver a la normalidad, porque la normalidad es el problema. Volvamos a reformar lo esencial y dejar de lado algunas prácticas y costumbres que se han revelado innecesarias y nocivas. Ahora que podemos ajustar algunas cosas, como nuestro sistema de salud, el cuidado a nuestros mayores, así como nuestro sistema de vida estresante y el consumo compulsivo.
Ahora no es el momento de preguntar si la política es demasiado lenta, si comete errores, o quién tiene la culpa de que esto o aquello no funcione. Ahora es el momento de sacar lo mejor de una situación difícil juntos. Deberemos juzgar y sacar conclusiones más tarde. Es importante que luego aprendamos las lecciones de esta crisis. ¿Qué funcionó, qué podríamos hacer mejor la próxima vez?, en definitiva, prepararnos mejor para un futuro incierto (nuevas pandemia, crisis económicas, etc.)
También debemos reflexionar sobre cómo tratamos a nuestros médicos, enfermeros y personal sanitario. Si la crisis del coronavirus pone el dedo en la llaga sobre las condiciones insostenibles en nuestros hospitales, entonces realmente tiene algo bueno.
Como dijo Bill Gates en el 2015: “tenemos a favor toda la ciencia y tecnología de las que tanto hablamos. Tenemos smartphones para recibir y difundir información al público. Tenemos mapas de satélite para ubicar a la gente y ver cómo se moviliza. Tenemos avances en biología, que mejoran aceleradamente en el tiempo sobre el estudio del patógeno y permiten fabricar medicamentos y vacunas que ataquen esos gérmenes. O sea, que sí tenemos los instrumentos, pero hay que ponerlos al servicio de un sistema mundial general de salud. Y necesitamos estar preparados”, concluye.
No quiero extenderme más, solo deciros QUEDÉMONOS EN CASA, por nuestro bien y el de los demás. En definitiva, NO SALIR DE CASA PARA SALIR DE ESTA PANDEMIA. Juntos, sacando todo lo mejor de cada uno, conseguiremos superar esta crisis.
Un fuerte abrazo desde la distancia.